Últimamente algunos acontecimientos en mi vida y el mundo me han hecho ver la no empatía (por no llamar egoísmo) del ser humano hacía sus iguales. No quisiera pensar que es parte de nuestra naturaleza, prefiero pensar que es algo aprendido y algo que se puede cambiar al exponerse a ambientes distintos.
Hace unos días amanecimos con la noticia de que la relación México-Canadá ha cambiado para siempre. Después de tener una relación cordial, Canadá ha decidido exigir visas a cualquier mexicano que quiera entrar a su país. Wow, ¡que shock! En verdad nos tomó por sorpresa a todos, aunque no puedo negar que esto ya se veía venir. En el tiempo que llevo en Canadá he escuchado y visto de primera mano historias de personas que por no saber que hacer con su vida, por aburridos o tristemente sólo por abusivos han decidido subirse a un avión con status de turista y bajarse con la clara idea de pedir refugio (¿De qué? ¡Ni ellos mismos saben!).
En este momento México tiene el primer lugar en peticiones de refugio y si esto no fuera suficiente hay que saber que después de las investigaciones pertinentes se ha encontrado que casi el 90% de ellas son falsas. Sabiendo esto y sabiendo también que a toda acción hay una reacción me parece sorprendente que no sólo hayamos entrado en shock con la noticia, sino que además culpemos a Canadá y a sus políticos de esta mala decisión.
Puedo aceptar que tal vez el método y la forma no fueron las correctas. Canadá dejo con planes, boletos, sueños y maletas en mano a muchos, creo que su flexibilidad y cordialidad dejo mucho que desear. Tan fácil que hubiera sido no aceptar ninguna petición de refugio (de ciudadanos mexicanos) por el siguiente mes y medio y aceptar a todos los turistas que tuvieran visitas planeadas para ese mismo mes y medio y que hubieran comprado su boleto antes de la imposición de la visa.
No sé sinceramente que haya pasado ahí, sin embargo, en mi muy personal opinión creo que si hay que estar molestos con alguien es con nuestros compatriotas mexicanos quienes decidieron sacar ventaja de un sistema honesto que tiene como principio la esperanza de vida para gente que está en condiciones que atentan contra su supervivencia. Tal vez sería hora de cuestionarnos sobre la raíz del problema y el por qué hay tantos mexicanos tratándose de salir de nuestro país, pero bueno creo que ese tema da para mucho que por el momento no quiero tocar.
Llegar como inmigrante a Canadá no es nada fácil, nosotros después de un tramite de casi un año, en el cual llenamos aplicaciones, hubo entrevistas, exámenes médicos y por supuesto pagos bancarios y comprobación de fondos que aseguraran nuestra caída de inauguración a la tierra de maple, tuvimos que lidiar con miles de retos a pesar de ya contar con nuestro estatus oficial de residentes canadienses.
Con títulos universitarios en mano y después de haber renunciado a nuestros trabajos en México, nos tocó empezar a trabajar en tiendas departamentales para tener la llamada “Canadian experience” ya que nadie reconocía las universidades y empresas transnacionales de nuestros currículos. Después de muchos esfuerzos, de renunciar a nuestras profesiones, de peleas, cuestionamientos, llantos y alguno que otro trago amargo, 6 años después, estamos establecidos con la vida que soñamos entonces. Pero durante estos años a pesar de habernos ganado con puntos y pagos nuestro estatus de residentes, jamás recibimos dinero por parte del gobierno cuando nuestros ahorros se agotaron, nadie nos ayudó a conseguir un apartamento cuando nadie quería rentarnos uno por ser nuevos en el país, ni ninguna trabajadora social vino a ayudarnos cuando tuvimos nuestra primera crisis y no sabíamos como resolver ciertas situaciones.
Hoy nos preguntamos ¿por qué Canadá ha puesto este nuevo requerimiento? Si pensamos en que en sólo un año se juntaron casi 12 mil peticiones de refugio y que el trámite de corroboración de esta misma petición toma éste mismo tiempo y que a cada solicitante se le paga mas o menos $600 dólares mensuales por este año así como $500 dólares por cada hijo, es un poco obvio.
A los refugiados se les da un número de seguro social que les permite trabajar legalmente en Canadá, se les proporciona dinero no sólo para dar el depósito y primer mes de renta sino también para amueblar su casa. Se les dan clases de inglés gratis, así como acceso a escuela pública para los niños, ayuda psicológica para manejar estrés en el nuevo país y guía para encontrar trabajos, entre muchas otras cosas más. Después de un año de trámite y de encontrar falsa la petición, estas personas tienen todavía el derecho de apelar y quedarse mínimo un año más. Si al final de todo se comprueba que la petición era falsa, al parecer van de regreso a su país con todo y boleto pagado.
Esto lo sé de “compatriotas” que conocí en la calle y que lo hicieron o peor aún de “amigos” de mis amigos que dijeron que venían de vacaciones, pidieron mis datos y al llegar aquí solicitaron el refugio y después me contactaron para pedirme trabajo en mi negocio después de contarme con una orgullosa sonrisa su grandiosa idea/aventura.
El cinismo era tan grande que en Montreal conocí un grupo de “niños bien” que decidieron venirse a estudiar francés patrocinados por el gobierno de Canadá con su estatus de refugiados. Y lo peor es que te aclaraban que aunque les dieran la residencia ellos se regresarían a México porque éste era sólo su año sabático.
Si después de leer todo esto, seguimos creyendo que es una injusticia lo que acaba de suceder, creo que estamos mal. No se si ésta sea la solución adecuada lo que si sé es que Canadá no podía quedarse con los brazos cruzados por más tiempo.
Al tener una nacionalidad tus acciones hablan por las de toda tu gente, es muy triste llegar a otro país y que la gente te etiquete como la persona del “mañana” o como “el tranza”. Este tipo de eventos nos hacen retroceder a todos los que llevamos años luchando contra estos estereotipos latinoamericanos.
Cuando entendamos que a toda acción hay una reacción, que lo que hago yo te afecta a ti y lo que haces tú me afecta a mí y que finalmente somos una unidad y un equipo, tal vez dejarán de haber injusticias, visas, restricciones, problemas, carencias y más.
Pero mientras persista la mentalidad del primero yo y luego yo, mientras sigamos preocupándonos sólo por lo que nos pasa a nosotros y no al resto de mundo, nada va a cambiar y a funcionar y seguiremos pagando justos por pecadores. Empecemos con respetar y recordar que nuestra libertad termina donde empieza la del otro. Afortunadamente yo creo en el karma, ¿y tú?
Hace unos días amanecimos con la noticia de que la relación México-Canadá ha cambiado para siempre. Después de tener una relación cordial, Canadá ha decidido exigir visas a cualquier mexicano que quiera entrar a su país. Wow, ¡que shock! En verdad nos tomó por sorpresa a todos, aunque no puedo negar que esto ya se veía venir. En el tiempo que llevo en Canadá he escuchado y visto de primera mano historias de personas que por no saber que hacer con su vida, por aburridos o tristemente sólo por abusivos han decidido subirse a un avión con status de turista y bajarse con la clara idea de pedir refugio (¿De qué? ¡Ni ellos mismos saben!).
En este momento México tiene el primer lugar en peticiones de refugio y si esto no fuera suficiente hay que saber que después de las investigaciones pertinentes se ha encontrado que casi el 90% de ellas son falsas. Sabiendo esto y sabiendo también que a toda acción hay una reacción me parece sorprendente que no sólo hayamos entrado en shock con la noticia, sino que además culpemos a Canadá y a sus políticos de esta mala decisión.
Puedo aceptar que tal vez el método y la forma no fueron las correctas. Canadá dejo con planes, boletos, sueños y maletas en mano a muchos, creo que su flexibilidad y cordialidad dejo mucho que desear. Tan fácil que hubiera sido no aceptar ninguna petición de refugio (de ciudadanos mexicanos) por el siguiente mes y medio y aceptar a todos los turistas que tuvieran visitas planeadas para ese mismo mes y medio y que hubieran comprado su boleto antes de la imposición de la visa.
No sé sinceramente que haya pasado ahí, sin embargo, en mi muy personal opinión creo que si hay que estar molestos con alguien es con nuestros compatriotas mexicanos quienes decidieron sacar ventaja de un sistema honesto que tiene como principio la esperanza de vida para gente que está en condiciones que atentan contra su supervivencia. Tal vez sería hora de cuestionarnos sobre la raíz del problema y el por qué hay tantos mexicanos tratándose de salir de nuestro país, pero bueno creo que ese tema da para mucho que por el momento no quiero tocar.
Llegar como inmigrante a Canadá no es nada fácil, nosotros después de un tramite de casi un año, en el cual llenamos aplicaciones, hubo entrevistas, exámenes médicos y por supuesto pagos bancarios y comprobación de fondos que aseguraran nuestra caída de inauguración a la tierra de maple, tuvimos que lidiar con miles de retos a pesar de ya contar con nuestro estatus oficial de residentes canadienses.
Con títulos universitarios en mano y después de haber renunciado a nuestros trabajos en México, nos tocó empezar a trabajar en tiendas departamentales para tener la llamada “Canadian experience” ya que nadie reconocía las universidades y empresas transnacionales de nuestros currículos. Después de muchos esfuerzos, de renunciar a nuestras profesiones, de peleas, cuestionamientos, llantos y alguno que otro trago amargo, 6 años después, estamos establecidos con la vida que soñamos entonces. Pero durante estos años a pesar de habernos ganado con puntos y pagos nuestro estatus de residentes, jamás recibimos dinero por parte del gobierno cuando nuestros ahorros se agotaron, nadie nos ayudó a conseguir un apartamento cuando nadie quería rentarnos uno por ser nuevos en el país, ni ninguna trabajadora social vino a ayudarnos cuando tuvimos nuestra primera crisis y no sabíamos como resolver ciertas situaciones.
Hoy nos preguntamos ¿por qué Canadá ha puesto este nuevo requerimiento? Si pensamos en que en sólo un año se juntaron casi 12 mil peticiones de refugio y que el trámite de corroboración de esta misma petición toma éste mismo tiempo y que a cada solicitante se le paga mas o menos $600 dólares mensuales por este año así como $500 dólares por cada hijo, es un poco obvio.
A los refugiados se les da un número de seguro social que les permite trabajar legalmente en Canadá, se les proporciona dinero no sólo para dar el depósito y primer mes de renta sino también para amueblar su casa. Se les dan clases de inglés gratis, así como acceso a escuela pública para los niños, ayuda psicológica para manejar estrés en el nuevo país y guía para encontrar trabajos, entre muchas otras cosas más. Después de un año de trámite y de encontrar falsa la petición, estas personas tienen todavía el derecho de apelar y quedarse mínimo un año más. Si al final de todo se comprueba que la petición era falsa, al parecer van de regreso a su país con todo y boleto pagado.
Esto lo sé de “compatriotas” que conocí en la calle y que lo hicieron o peor aún de “amigos” de mis amigos que dijeron que venían de vacaciones, pidieron mis datos y al llegar aquí solicitaron el refugio y después me contactaron para pedirme trabajo en mi negocio después de contarme con una orgullosa sonrisa su grandiosa idea/aventura.
El cinismo era tan grande que en Montreal conocí un grupo de “niños bien” que decidieron venirse a estudiar francés patrocinados por el gobierno de Canadá con su estatus de refugiados. Y lo peor es que te aclaraban que aunque les dieran la residencia ellos se regresarían a México porque éste era sólo su año sabático.
Si después de leer todo esto, seguimos creyendo que es una injusticia lo que acaba de suceder, creo que estamos mal. No se si ésta sea la solución adecuada lo que si sé es que Canadá no podía quedarse con los brazos cruzados por más tiempo.
Al tener una nacionalidad tus acciones hablan por las de toda tu gente, es muy triste llegar a otro país y que la gente te etiquete como la persona del “mañana” o como “el tranza”. Este tipo de eventos nos hacen retroceder a todos los que llevamos años luchando contra estos estereotipos latinoamericanos.
Cuando entendamos que a toda acción hay una reacción, que lo que hago yo te afecta a ti y lo que haces tú me afecta a mí y que finalmente somos una unidad y un equipo, tal vez dejarán de haber injusticias, visas, restricciones, problemas, carencias y más.
Pero mientras persista la mentalidad del primero yo y luego yo, mientras sigamos preocupándonos sólo por lo que nos pasa a nosotros y no al resto de mundo, nada va a cambiar y a funcionar y seguiremos pagando justos por pecadores. Empecemos con respetar y recordar que nuestra libertad termina donde empieza la del otro. Afortunadamente yo creo en el karma, ¿y tú?